Perspectivas ciudadanas: la lucha eficaz contra el hambre requiere soluciones de la sociedad civil global
Las sólidas medidas internacionales para combatir el hambre enfrentan desafíos como la falta de inversión. Las múltiples crisis globales también son un obstáculo, pero las soluciones pueden venir de la sociedad civil.

Las Organización de las Naciones Unidas (ONU) estima que 733 millones de personas enfrentan el hambre en el mundo y que 2800 millones de personas no pueden acceder a alimentos saludables. El Programa Mundial de Alimentos (WFP, por sus siglas en inglés) estima que los ciudadanos de 16 Estados, incluidos la República Democrática del Congo, Haití, Myanmar, el Estado de Palestina y Ucrania, enfrentan emergencias humanitarias ocasionadas por conflictos que profundizaron la escasez de alimentos adecuados, además de diversas otras situaciones de vulnerabilidad.
Aparte de la situación de creciente inestabilidad en varias regiones del mundo, la emergencia climática también impone severas restricciones a la producción de alimentos. En 2024, la ONU emitió un alerta de que, aunque los resultados económicos sean positivos en la recuperación tras la pandemia de la Covid-19, el número de personas que conviven con el hambre, inseguridad alimentaria y desnutrición sigue aumentando en muchos países del mundo. La tendencia es que las metas mundiales de nutrición no se cumplirán para 2030, con efectos aún más graves para las mujeres, los jóvenes y las comunidades indígenas.
José Graziano da Silva, ingeniero agrónomo que trabaja en temas de seguridad alimentaria y desarrollo nutricional reconocidos internacionalmente, es el fundador del Instituto Hambre Cero, que tiene como objetivo preservar la memoria de la lucha contra el hambre en Brasil, con medidas globales como perspectiva.
Graziano evalúa que existen tres obstáculos que impiden el avance de las medidas globales contra el hambre y la pobreza: la baja prioridad de las acciones de cooperación internacional; la falta de recursos disponibles y los desafíos para la implementación de políticas públicas internacionales. «Menos del 20 % de los recursos de cooperación hoy se destinan a esto, a excepción de los recursos destinados a responder a situaciones de emergencia en conflictos, especialmente ahora en Gaza y Sudán», ejemplifica.
Además, el experto señala que la escasez de recursos afecta principalmente a los países más pobres, con las tasas más altas de inseguridad alimentaria, ya que parte del dinero que se podría invertir para resolver este problema se utiliza para pagar las deudas internacionales.
«Un mecanismo que se está discutiendo sería la condonación de deudas y la reducción de intereses, porque estos países, al tener más dificultades para pagar, pagan intereses más altos, sin poder ofrecer garantías. Esto crea un mecanismo doblemente perverso: tienen que pagar y aún pagar tasas de interés más altas. Ese sería un camino para atenuar la falta de recursos más inmediata», propone Graziano.
Gravar a los súper ricos contra el hambre
Del panorama de la escasez de recursos internacionales para acciones de lucha contra el hambre y la pobreza, Graziano destaca que los cambios en la política tributaria, como la propuesta de un impuesto mínimo para los multimillonarios, son fundamentales. Pero recuerda que son mecanismos que pueden tardar décadas en materializarse y erradicar la situación de hambre de las personas requiere una acción inmediata.
«Hasta entonces, como dijo Keynes (John Maynard Keynes, economista británico 1883 - 1946), todos estaremos muertos. Resolver el problema de la falta de recursos no es un problema a largo plazo; es un problema inmediato. Si no lo resolvemos, millones y millones de personas seguirán muriendo de hambre en el mundo. Hay tres acciones que resuelven el problema de inmediato, en el corto plazo: condonar las deudas de los países más pobres y reducir las tasas de interés de los préstamos a estos países, o incluso eximirlos de estas tasas», argumenta.
Resolver el problema de la falta de recursos no es un problema a largo plazo; es un problema inmediato. Si no lo resolvemos, millones y millones de personas seguirán muriendo de hambre en el mundo. Hay tres acciones que resuelven el problema de inmediato, en el corto plazo: condonar las deudas de los países más pobres y reducir las tasas de interés de los préstamos a estos países, o incluso eximirlos de estas tasas», argumenta.
Soluciones desde la sociedad civil y los territorios

Kiko Afonso es el director ejecutivo de Ação da Cidadania, una organización no gubernamental fundada por el sociólogo Herbert de Souza, conocido como Betinho, y desde la década de 1990 ha liderado varias acciones para erradicar el hambre y la pobreza en Brasil.
Enfatizó que las organizaciones de la sociedad civil pueden aportar mejoras significativas a las políticas existentes, basadas en experiencias prácticas y, principalmente, en el diálogo con las comunidades en los territorios. Para Afonso, actúan en articulaciones fundamentales «para ayudar a los gobiernos a remediar problemas, pero también tienen un papel crítico y evaluador en relación con las políticas públicas implementadas».
«Ninguna organización por sí sola puede resolver el problema del hambre. Necesitamos luchar para que las políticas públicas sean efectivas. Cualquier organización que actúe, ya sea para combatir el hambre, la salud y los derechos humanos, siempre debe estar aliada a una acción muy fuerte para las políticas públicas que puedan mejorar definitivamente los problemas sociales de la sociedad», dice Afonso.
El monocultivo agrícola y el hambre

Las informaciones de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO, por sus siglas en inglés) revelan que en el mundo, solo 9 especies de plantas representan el 66 % de la producción total de cultivos. La ONU también estima que la agricultura intensiva compromete la biodiversidad de los territorios y, en consecuencia, los sistemas agroalimentarios y la producción de alimentos. Señala que, para garantizar la seguridad alimentaria y nutricional y acabar con el hambre, existe una necesidad urgente de transformar el sistema alimentario mundial.
«La captura de los mecanismos de seguridad alimentaria y producción de alimentos por parte de las grandes corporaciones, que han jugado un papel clave en la reducción de la producción de alimentos saludables en el mundo. Esta presión de los países típicos de commodities hace que los países más pobres sucumban y destruyan sus cultivos alimentarios locales, para atender al rico mercado mundial. El mundo necesita entender que no es a cualquier costo que uno debe obtener alimentos. También es necesario preservar los países productores, de lo contrario destruiremos la salud de esta población y el medio ambiente», advierte Kiko Afonso.
Experiencia brasileña como ejemplo
En 2014, Brasil salió del mapa del hambre después de políticas públicas sólidas, que reunieron la expansión del acceso a los ingresos, la agricultura familiar sostenible y la garantía del derecho a la alimentación. En una década, el país ha pasado de 32 millones de personas que viven con hambre e inseguridad alimentaria a 3 millones en esta situación. Sin embargo, el cambio en la orientación de las políticas en los últimos años, junto con la extinción de los mecanismos que fueron fundamentales para el cambio de escenario en el país y los efectos de la pandemia de Covid-19 en la economía, llevaron a Brasil, una vez más, a altas tasas de pobreza.
Solo en 2023 el país volvió a implementar medidas consistentes para reducir el hambre y la pobreza, pero mantiene el estatus de líder en políticas públicas para este propósito y comparte experiencias exitosas en foros globales. En un año, 14,7 millones de brasileños dejaron de pasar hambre. «Ya habíamos aprendido cómo implementar esta política, el impacto fue impresionante, reduciendo drásticamente el número de personas que padecen de hambre. Para el mundo, es una demostración de que estas políticas públicas marcan la diferencia en la transformación de una sociedad», evalúa Afonso.
Según Graziano, el Programa Hambre Cero, un modelo brasileño para combatir la inseguridad alimentaria creado en 2003, llamó la atención del mundo debido a su enfoque multifacético. Entre otros, el Programa promovió el aumento del salario mínimo, la generación de empleos de mejor calidad y programas específicos de transferencia de ingresos, como Bolsa Familia.
El experto también destaca el Programa Nacional de Alimentación Escolar (PNAE) y el Programa de Adquisición de Alimentos (PAA) como iniciativas brasileñas que se están replicando a nivel internacional. «El PAA, especialmente cuando se combina con el programa de almuerzos escolares, garantiza a la población el acceso a productos de mejor calidad y más saludables», concluye.
Traducido por PGET-UFSC